Palito Ortega: Un Ícono de la Música y la Política con una Vida Llenada de Luces y Sombras

A sus 81 años, Palito Ortega, un nombre que ha sido sinónimo de alegría, ritmo y canciones populares en Argentina y América Latina, atraviesa una etapa que refleja tanto el brillo como las sombras de una vida marcada por éxitos resonantes, pero también por pérdidas desgarradoras y decisiones difíciles.

Nacido como Ramón Ortega en Lules, Tucumán, el 28 de febrero de 1941, Palito creció en un hogar humilde, donde la pobreza era tan parte de su vida como su amor por la música. Desde joven, Ortega mostró una resistencia impresionante frente a las adversidades. A los cinco años, ya se ganaba la vida vendiendo periódicos y limpiando zapatos en las calles de Tucumán. Pero, a pesar de los obstáculos, su amor por la música nunca se desvaneció. Inspirado por el sonido de Elvis Presley, soñaba con ser cantante, aunque el camino hacia ese sueño parecía estar muy lejos.

A los 13 años, la vida de Ortega dio un giro inesperado: sus padres se separaron, dejándolo junto a sus hermanos al cuidado de un padre agotado por las dificultades de la vida. Sin embargo, con apenas una maleta de cartón y unos zapatos gastados, decidió emprender el viaje hacia Buenos Aires, buscando una oportunidad en el mundo de la música. La ciudad le dio una bienvenida amarga: fue víctima de un robo que lo dejó sin nada, y pasó su primera noche en la plaza, enfrentando el frío y el hambre. Pero, en lugar de rendirse, su determinación lo llevó a servir café en la puerta de Canal 7, donde comenzó a construir una red de contactos que le abrirían las puertas del mundo del espectáculo.

El Nacimiento de una Estrella

A los 16 años, Ortega dio sus primeros pasos en la música como baterista de una banda local. Su talento no tardó en destacarse, y pronto fue descubierto por la RCA, donde grabó su primer éxito, “Sabor a Nada”. A partir de ahí, el nombre de Palito Ortega comenzó a resonar en los rincones de América Latina. Sin embargo, el camino hacia la fama no estuvo exento de tragedias personales. En 1960, la muerte de su hermana Rosario, atropellada por un automóvil, fue un golpe devastador para el joven cantante. La tristeza y el vacío que le dejó la pérdida marcaron profundamente su música, dándole una melancolía que, paradójicamente, se camuflaba en las melodías alegres de sus canciones, ganándose el apodo de “El chico triste de las canciones alegres”.

El Giro hacia la Política

Consolidado como una estrella en el mundo de la música, Palito Ortega encontró un nuevo desafío en los años 80: la política. Su deseo de contribuir a su comunidad natal de Tucumán, de ayudar a quienes no tenían los recursos que él mismo había carecido en su juventud, lo llevó a postularse como gobernador en 1991. La decisión de dejar su vida estable en Miami y regresar a Argentina fue un desafío no solo para él, sino también para su familia. Evangelina Salazar, su esposa, a quien había conocido años antes y con quien compartió un amor profundo, se vio obligada a adaptarse a su nueva vida como primera dama, enfrentando las críticas y la exposición pública.

A pesar de las dificultades que conlleva la vida política, Ortega asumió el cargo con la misma determinación que lo había llevado a la fama en el mundo de la música. Sin embargo, las dificultades y las críticas constantes comenzaron a hacer mella en él y en su familia. La política, con su mundo despiadado y cargado de desafíos, ponía a prueba constantemente la estabilidad de su hogar. A pesar de ello, Palito nunca abandonó su compromiso con la gente de Tucumán, luchando por mejorar la calidad de vida de los más necesitados, incluso cuando los sacrificios personales se volvían cada vez más difíciles de soportar.

La Caída y la Recuperación

Uno de los momentos más oscuros de la vida de Palito Ortega ocurrió en 1981, cuando decidió traer a Frank Sinatra a Argentina para una serie de conciertos. Ortega invirtió toda su fortuna en este proyecto, convencido de que sería un éxito rotundo. Sin embargo, una repentina devaluación del peso argentino multiplicó su deuda, dejándolo al borde de la bancarrota. Obligado a vender propiedades y bienes, Ortega se vio nuevamente ante la posibilidad de perder todo lo que había logrado. Fue en esos momentos difíciles cuando recibió una mano amiga desde Estados Unidos: Frank Sinatra, al enterarse de su situación, le ofreció apoyo financiero y contactos en el mundo del espectáculo.

Gracias a la ayuda de Sinatra, Ortega pudo reinventarse como empresario y productor, comenzando a distribuir películas argentinas en el mercado latino de Estados Unidos. Este giro inesperado le permitió recuperar su estabilidad económica y seguir adelante con su familia.

Un Regreso Inminente a las Raíces

A pesar de su éxito en el extranjero, Palito nunca dejó de sentir un profundo amor por su tierra natal. La vida política y la oportunidad de ayudar a su gente lo llevaron de vuelta a Tucumán, donde asumió el rol de gobernador. La campaña fue un éxito, y Ortega se convirtió en un símbolo de esperanza para muchos, ya que su historia de superación inspiraba a quienes lo veían como un referente.

Sin embargo, la política, como él mismo experimentó, es un mundo duro y exigente. Los desafíos fueron enormes, y a pesar de su dedicación, las críticas y los obstáculos no desaparecieron. Pero Palito Ortega, como siempre lo hizo en su vida, se mantuvo firme en su propósito: ayudar a su gente, tal como lo había soñado en su juventud, cuando era solo un niño que vendía periódicos en las calles de Tucumán.

Hoy, con 81 años, Palito Ortega sigue siendo una figura querida, tanto por su música como por su compromiso con su comunidad. Su vida es un testimonio de resiliencia, de lucha frente a la adversidad, y de amor por su gente. Un ícono que, a pesar de las sombras, sigue brillando con la luz de su historia.