Tras horas interminables de búsqueda que parecían eternas, Tomás recorrió cada rincón del pequeño pueblo, preguntando a los vecinos y revisando incluso los lugares más insospechados. Su preocupación crecía con cada momento, temiendo lo peor. Finalmente, cuando la desesperación estaba a punto de consumirlo, la vio: Gabriela caminaba lentamente por las calles, desorientada y con la mirada perdida, como si no supiera dónde estaba ni hacia dónde iba.

Aliviado, Tomás corrió hacia ella, la envolvió en un abrazo lleno de lágrimas y alivio, agradeciendo que estuviera a salvo. Sin embargo, su alegría no duraría mucho. Al regresar con Gabriela, se encontraron con Leonor, quien no pudo evitar expresar sus sospechas.

“¿Cómo la encontraste exactamente, Tomás?” preguntó Leonor con tono cortante, mirándolo con ojos llenos de duda. Para ella, había algo en la historia de Tomás que no terminaba de encajar. Su desconfianza no solo tensó el ambiente, sino que también sembró incertidumbre en Gabriela, que apenas comenzaba a recuperar la conciencia de su entorno.

Tomás, enfrentado a las acusaciones veladas de Leonor, intentó explicar con detalle cada paso de su búsqueda, pero la tensión entre ambos era evidente. Mientras Gabriela observaba en silencio, las miradas de Tomás y Leonor chocaban como si estuvieran librando una batalla invisible. La verdad detrás de lo sucedido parecía aún lejana, y la situación dejó claro que las respuestas que todos buscaban no serían fáciles de obtener.