Jezabel, con una mirada cargada de resentimiento, se niega rotundamente a acompañar a su hermana Aurora a la fundación, donde se llevará a cabo la celebración por el reencuentro con su hijo Gabriel. Aurora, visiblemente molesta, le reclama su actitud y le asegura que esta no es la primera vez que Jezabel actúa de esa manera. Con palabras cortantes, Aurora le recuerda cómo desde que eran pequeñas, siempre disfrutaba de llamar la atención, adoptando el papel de víctima en cada situación. La tensión entre ambas crece, con Jezabel defendiendo su postura, mientras Aurora intenta contener su enojo, dejando en el aire el amargo sabor de viejas heridas familiares que nunca llegaron a sanar.