Ser madre soltera

Es uno de los mayores errores de mi vida. Conocí a él cuando aún estaba en segundo año de universidad, y él era estudiante de último año. Acepté ser su novia una tarde de otoño, con una declaración de amor muy romántica. Él y yo compartimos varios años de felicidad y dulzura. Después de seis meses de estar juntos, él me convenció de mudarme a vivir con él. Estaba tan inmersa en sus dulces palabras que acepté vivir con él y tener una convivencia como si fuéramos esposos. Él también era muy atento y cariñoso, se encargaba de todo por mí, y yo me perdía en esa dulzura, lanzándome a él como una polilla hacia la luz. No fue hasta que noté varios cambios en mi cuerpo que decidí hacerme una prueba y descubrí que estaba embarazada de él.

Me sentí feliz, pero también preocupada. Estaba preocupada porque me faltaban solo unos meses para terminar la universidad y su trabajo aún no estaba estable. Pero también sentí felicidad porque llevaba en mi interior una parte de él. Sin embargo, contrariamente a lo que yo pensaba, su rostro se oscureció al escuchar la noticia. No dijo nada, solo se fue en silencio, y no regresó hasta tarde, oliendo a alcohol. A la mañana siguiente, se levantó temprano y me dijo que no estaba listo para casarse, por lo que debía abortar el embarazo. Fue tan doloroso para mí, porque todos mis sueños sobre una pequeña familia se derrumbaron. Cuanto más intentaba convencerlo, más distante se volvía de mí. Como si entendiera su decisión y el cambio en él, decidí mudarme a otro lugar.

Él nunca me buscó ni trató de contactarme. Parecía que quería deshacerse de la responsabilidad. Viví entre lágrimas durante meses, pero tuve la suerte de que mis padres siempre estuvieron a mi lado, apoyándome. Ahora, cuando mi hijo tiene tres años, él sigue sin saber de la existencia de su hijo, y yo no tengo intención de hacerle saber nada. Criaré a mi hijo sola y me esforzaré por compensar todo lo que le falta.